En el camerino, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo: Víctor Pérez (bajista), Darío Gómez (baterista), Álvaro Longarela (guitarrista), Txema Fonz (cantante) y Borja Iglesias (guitarrista).
Por ellos ha pasado exactamente la misma década que ha llevado a toda una generación a tener que adaptarse para lo que venga, y eso denota cierta impermeabilidad ante la frustración
Ha llovido intensamente desde que Somas Cure vencieron en Distrito Joven, el certamen municipal de Móstoles en un 8 de mayo de 2010 (tocando literalmente bajo una tormenta). El 8 de febrero de 2020 tuvieron que frenar de golpe su carrera ascendente justo antes del inicio de gira, en la prevista nueva etapa.
Como miembros de un cuidada banda de metal-rock en castellano, tras currárselo a conciencia con cincos discos, parecían encaminados a comenzar a recoger sus frutos. Hasta que la pandemia los resitúa. Aunque para nada se les nota los ánimos caídos, al menos a día de este su último concierto del año (y primero sin público en vivo). Justamente doce meses después del lanzamiento de ‘Salto de fe’ -su primer sencillo de La Colmena (Rock Estatal records, 2020)-.
Para el próximo invierno los teatros en formato acústico parecen una alternativa contemplada «Siempre que el aforo haga viable la empresa porque no todo puede ser vía streaming, la verdad», apunta su atento mánager Nadher Ruiz -de la agencia Black Heaven-.
Cuando pregunto por el talón de Aquiles de los músicos en este país, las respuestas lamentablemente se asemejan: «Nooo», «Actualmente no», «No podemos», «Lamentablemente no», «Aún no», «Eeeh… emocionalmente sí. Estamos solucionándolo», cierra con optimismo el cantante del quinteto. «Tuvimos que comenzar a trabajar en plena crisis y hacerlo en lo que fuera. Por lo que ya venimos amedrentados al tener que compaginar currar en la música y prepararnos para obtener los ingresos por otro lado».
«En el momento en que acabe la fase COVID, y podamos volver a la normalidad, nos será más sencillo el objetivo ambicioso para poder vivir de la música»
«No cruzarse de brazos, hay que disciplinarse, seguir luchando con la ilusión y fuerza de siempre», apostilla el bajista. «Es cierto que logramos cierta comodidad y estabilidad financiera con los últimos cambios internos que tuvimos, el éxito de nuestro anterior disco y la buena acogida de este reciente», reconoce uno de sus dos guitarristas.
Son conscientes de que el tipo de conciertos, como el que inmediatamente se pagarían ante las cámaras, son una buena opción «porque al menos así tocamos» aunque no sean la solución «viable para poder perdurar». El toque de queda a priori agrava la situación al no poder compartir la experiencia entre amigos pero paradójicamente posibilitaría que se vendieran más entradas.
«Era muy importante para nosotros poder dar a nuestra gente nueva música, estar con ellos en estos momentos de penurias, que disfruten las canciones y mostrarles que seguimos trabajando», reivindica el otro guitarrista.
Pensando en positivo «La pandemia nos ha servido, como a muchos grupos, para ganar agilidad y los planes que tuviéramos poder adaptarlos con flexibilidad. Se abren nuevas vías de trabajo que no sustituirán a las que ya estaban pero sí que complementaran a lo que ya existía»
En esta ocasión menos mal que existe el diferido para poder poner voz y música a la energía que se intuía en la sala. Tras apagarse las luces, prácticamente lo único que sonó reconocible en el GBC fue la intro ‘Rada’ de Thomas Bergersen, tras ella los cinco tipos con pose dura (pero sanos hábitos) interpretarían 75 minutos de vistosa actuación, con una más que evidente profesionalidad y mostrándose sinceramente agradecidos, tanto a su público como al personal técnico, por seguir ahí.